domingo, 19 de junio de 2011

Días perdidos II

Salimos de la explotación minera camino de nuestro siguiente destino, un paraje con una fuente de incierta ubicación. Camino de ese lugar, y dado que hablamos de agua, me pregunto por el paradero de mi llave usb. El caso es que sospecho que la he lavado con los pantalones y que lo he hecho adrede, pues no lo comprobé antes de poner la lavadora. Ya con eso hubiera tenido un motivo para el enfado conmigo mismo durante bastante rato. Si a eso le unimos que nos hemos perdido durante un rato antes de llegar a nuestro destino, el cabreo hubiera sido morrocotudo. Pero, sorprendentemente, no ha sido así. Me ha dado exactamente igual. Quizá es que ya estoy mayor.



Llegamos a la fuente en cuestión, el agua toma el relevo del viento y nos ofrece su mejor melodía, cayendo a borbotones por el frontal de un estanque rebosante. Agua fresca que calma la sed de unos aburguesados caminantes, que hoy han decidido ser senderistas sedentarios. Me vuelvo y en mi cabeza aparecen nombres de película.





La Luna de Emdor aparece de improviso en mi mente. Lo único que falta son Jedis acechando la entrada de las impresionantes cúpulas que aparecen ante nosotros, cúpulas que sirven de base al estudio de la galaxia. Me siento en ese mundo que reviso con tanta frecuencia y me dejo invadir por una sensación que me aleja de mis compañeros por unos instantes. Hasta que aterrizo para descubrir que los olmos no dan peras, pero sí lo que aparece en esta foto.

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