lunes, 25 de junio de 2012

Una mañana con el diablo

La cita era a las once y media de la mañana. El sol empezaba ya a calentar, pero en las faldas de la Alhambra, en el peatonalizado Paseo de los Tristes, aún corría algo de fresco. Poco a poco, los vecinos nos fuimos congregando para reivindicar un transporte público en condiciones para nuestro barrio, lleno de gente mayor, y no tan mayor, que necesita moverse para su quehacer diario.

Además, hoy no estaríamos solos. Unos jóvenes periodistas nos acompañarán para mostrar cómo se nos han complicado nuestra forma de vida en el barrio, ya de por si dificil, al ser un barrio histórico, con los inconvenientes que ello lleva aparejados.

Para ello, acompañaríamos a la Diabline, el nuevo medio de transporte que nuestra Concejal de Movilidad nos ha proporcionado. Se trata de un vehículo eléctrico, no contaminante, para, según nos dicen, un entono único. Supongo que el semáforo que han colocado en la entrada el juego de bolas es algo que encaja en una calle tan típica como esta, pues se necesita para regular la circulación del artilugio. El caso es que no debe importar contaminar de CO2 y ruido otras calles del barrio, como la parte alta del Albaycin o la calle san Juan de los Reyes, cuyos niveles de ruido y peligrosidad (los coches no se ven y las motos van que vuelan) han aumentado notablemente.

Algunos de los allí presentes deciden subirse en la Diabline, mientras que otros la acompañaremos andando. La parada no está bien señalizada, pero es la difunta parada de nuestros queridos 31 y 32, que tanto han hecho por el Albaycín, trayendo a turistas desde la Alhambra para conocer nuestro barrio. Pero, apenas echa a andar, se encuentra con un taxi de frente, comenzando la primera estación del Via-Crucis que supone moverse ahora por el barrio. Tras un momento en el que ambos conductores tienen que ponerse de acuerdo, se reanuda la marcha, camino de Plaza Nueva.



El vehículo corre carrera abajo, con nuestros manifestantes y sus pancartas, repartiendo folletos en los que se muestran nuestras reivindicaciones. Algunos turistas parecen indiferentes, pero otros se quedan pasmados de lo que nos ha hecho el Ayuntamiento. No comprenden por qué se puede casar la gente en San Pedro pero hay vecinos que no pueden entrar con el coche a sus casas. Ni siquiera los hijos de las muchas personas mayores que hay en el barrio. Algunas de ellas ya se han tenido que ir.

Y, de nuevo, una parada en la entrada al Juego de Bolas, justo en el Monasterio de Zafra. La Diabline ve interrumpida su marcha porque un coche está parado, aparcado sin conductor, en la puerta de un hotel en la Carrera. Hay que esperar a que la carga finalice y el coche abandone la zona más estrecha de la Carrera para que nuestro flamante carricoche llegue de nuevo a Plaza Nueva.






Al menos cinco minutos pasan en el entuerto. Pero, por fin, de nuevo baja el artefacto rumbo a su destino, sin más problemas que el asombro de la gente al ver algo tan antiestético en la que, nos dicen, es “la calle más bonita del mundo”.

Llegamos a Plaza Nueva y seguimos informando a los que allí están. De nuevo, la Diabline sube hacia el Paseo de los Tristes, sin apenas tiempo de parar, pues ha perdido un buen rato en las vicisitudes antes descritas. El horario va de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00, justamente evitando aquellas horas en las que más calor hace y más necesario se hace en transporte público. Solo los turistas y los que vivimos allí cómo se las gasta el sol en verano en la Carrera. Además, los domingos no funciona.

Al cabo del rato, vuelve la Diabline a la Plaza Nueva. Nadie la espera, pues nadie sabe que sale de allí. Tampoco hay una parada a la sombra donde se la pueda esperar. Pero, de nuevo, la misma historia de antes. Un coche se cruza con ella. Son ya 3 en apenas media hora. Imagino que el conductor tendrá los nervios de acero.



Los vecinos se vuelven a subir. Nos acordamos de nuestros autobuses, un grandísimo acierto del pasado que ahora nos quieren vender como atraso, pero que revitalizó el barrio enormemente, trayendo turistas que llenaban las terrazas de los bares del Paseo. Autobuses que conectaban la Alhambra y el Albaycín, dos de las muchas joyas que tiene Granada, y que no se entienden una sin la otra. Quitando la conexión de estos dos lugares se priva a quienes nos visitan de conocer la Alhambra desde otro punto de vista, desde el barrio que la vio nacer, con el perjuicio económico para el barrio que ello conlleva.



Comienza de nuevo el viaje. Un señor cargado con doce litros de leche no puede o quiere esperar al siguiente, y se va andando hacia su casa. Esta es la situación de muchos de los vecinos del barrio, que se han quedado sin un transporte público que realmente sea útil. Antes, casi cada 10 minutos un microbús les dejaba cerca de casa. Ahora, tienen que esperar media hora a que baje la Diabline, siempre que no haya nadie antes y tengan que esperar para nada, o para seguir esperando que puedan cruzarles la Carrera. ¿La solución? Irse andando, con todo lo que ello conlleva. Antes el calor o el frío no les afectaba. Ahora, como la Diabline no va acondicionada, pasarán frío en inverno agravado por la humedad del río, y calor en verano.



Al cabo del rato, la Diabline ya se ha perdido, pero un peligro acecha a los viandantes. Un camión pasa ahora por la Carrera, burlándose de nosotros. Suponíamos que solo entraban los vehículos autorizados indispensables, por supuesto nada de esos armatostes, pero por lo visto hay algunos que sí que pueden, aplicando aquella ley conocida como “Ley del embudo” Siguen pasando todo tipo de vehículos grandes, autobuses para los turistas que van a las zambras del Sacromonte y que complican el tráfico y la tranquilidad de los vecinos las noches de los sábados. También se cuelan los “despistados”. Y aquellos que podrían necesitar entrar al barrio, los hijos de las personas mayores que aquí viven, no tienen derecho a ello. Hay que avisar y, con suerte, les dejarán pasar.



Volvemos de nuevo al Paseo. La Diabline baja ahora vacía, a pesar de ser gratis. Seguirá funcionando un rato más. ¿A cuántos inconvenientes se tendrá que enfrentar? ¿Cuántas molestias causará a los residentes y usuarios? ¿Por qué no volver a lo que funciona? Pero haciendo las cosas bien, controlando realmente el acceso al barrio, permitiendo carga y descarga para los vecinos, que éstos puedan ser atendidos por sus familias. Que los taxis puedan traer a los vecinos sin necesidad de tener que depender de una tarjeta. Y, por supuesto, con una Carrera del Darro con el menor tráfico posible, porque nos encanta ver a todos pasear por ella, pero no a costa de que nos perjudiquen.

Tan solo pedimos que impere el sentido común. Todos saldremos beneficiados.

1 comentario:

  1. Estupendo resumen de una jornada lúdico reivindicativa, ojalá que el ayuntamiento de muestras de inteligencia y escuche a los vecinos, no al aislamiento del barrio ¡

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