viernes, 31 de enero de 2014

Ya parecen más largas las tardes

Al mediar el camino, una nube gris, más baja de lo habitual, me hizo encender las luces. Tapaba las montañas que vi nevar hará apenas dos semanas, escondiéndolas como si estuvieran durmiendo la siesta. El cielo se volvió de aquél color que llaman "panza de burra", pero sin perspectivas de nevar, pues la temperatura no lo aconsejaba.

Y, en una de las curvas, un disco que parecía la luna fue disipando la neblina, haciéndose de nuevo el rey del cielo.

jueves, 30 de enero de 2014

Empezar a cambiar

Si hay algo que me guste en la vida es empezar nuevos caminos. Más exactamente, intentar explorar esos caminos que una vez tracé pero que por cosas y órdenes de importancia no pude hacer. El entrar a un mundo nuevo que un día vi brillar por una ventana.

Y ahí estoy, con el mundo de la bolsa. He hecho ya algunas operaciones, todas ellas de mentira y me he dado cuenta de que cuanto más sé, peor me salen. Pero, de alguna manera, estoy contento, pues sé que estoy en el camino, que será complicado, pero que algún día llegaré a estar donde quiero.

A las malas, lo habré intentado.

miércoles, 29 de enero de 2014

El jersey II

Pues salió de la lavadora como entró. Bueno, más limpio.

Si es que a veces buscando la desgracia te salen las cosas bien. Tampoco hay que quejarse por eso, ¿no?

martes, 28 de enero de 2014

El jersey

Tengo un jersey, con dibujos geométricos sobre fondo gris que, en su época, era el jersey de los domingos pero que, poco a poco, se ha ido haciendo paso hacia la ropa de diario y, últimamente, ya está asignado a la denominada ropa de estar en casa o ropa de pobre.

En aquellos tiempos yo tenía más envergadura que ahora, que supongo será por la medicación, y lo llenaba en su totalidad. Hoy, más mermado en muchos aspectos, quepo en él de forma que puedo perderme en el mismo y no encontrarme. Así que el otro día, mientras fregaba la casa, recordé que una vez mi madre lavó por error un jersey de lana en la lavadora y encogió sobremanera. Y se me ocurrió hacer lo mismo con mi jersey, pero de forma menos accidental.

Y esta noche lo he puesto a lavar. Mientras redacto estas líneas estará el pobre venga a dar vueltas, mientras a mi la inquietud me invade, al igual que un ejército invade lo que le dicen que invada, que para eso están los ejércitos, para invadir...

En fin, que luego les cuento.

lunes, 27 de enero de 2014

viernes, 24 de enero de 2014

Disculpas

Últimamente apenas dedico tiempo al blog. Muchas veces reconozco que es por autocensura, porque como hablara iba a temblar el Misterio... Y mira que me dije a mi mismo que nunca jamás me iba a censurar. Pero ya se sabe, dime lo que no vas a hacer y ya verás como lo acabas haciendo. Especialmente yo, claro.

Volviendo de mi prescindible visita al súper, he ido más que nada por echar tiempo fuera y por aquello de hacer algo especial un viernes, he notado que las tardes se hacen cada vez más largas. Hablar del tiempo y de que cada día oscurece antes o después es un excelente rellenador de entradas, incluso de actas de departamento, arte que los docentes de hoy en día debemos dominar. Lo de dar clase ya es lo de menos. Las nubes estaban coloreadas entre color coral y gris, haciendo un contraste muy chulo.

Desde que fui diagnosticado, he de reconocer que escribo menos. También tengo problemas de otro tipo, pero como no se usa, pues no me preocupa. También he de reconocer que esto de escribir es una cosa muy seria, que ya no vale poner cualquier cosa. Y eso unido al reciente interés por los mercados de valores, que ya les iré contando, hacen que apenas tenga tiempo. Pero este blog es quizá mi reflejo en cada momento, pues ya son algunos años aquí. Creo que cuatro el uno de febrero, gran emeféride. Al final se convierte uno en su propio personaje, en su propio guionista. Y eso que dicen que es el destino el que nos guía.

Hay que reconocer que los viernes que me quedo son más relajados. Es como un tiempo en el que se sale de lo cotidiano, un paréntesis en el que los agobios del día a día desaparecen y tan solo estoy yo, para lo bueno y lo malo, y mi conexión a Internet. Amén de mis cada día más incómodos sofás y los aperos de limpieza, si es que toca intendencia doméstica en ese fin de semana.

lunes, 20 de enero de 2014

Lunes

Muere Claudio Abbado. Mi primer concierto de Año Nuevo.

domingo, 19 de enero de 2014

Moraleja

Si quieres conocer a una mujer, enfádate con ella.

viernes, 17 de enero de 2014

Castesiana

Arreglo ordenadores, luego existo.

martes, 14 de enero de 2014

Pedalear para no caer

Debo estar en racha de meter la pata. Creo que estoy en racha de más cosas, pero hoy me preocupa especialmente esa, el hecho de equivocarme en las decisiones que tomo. Y mira que las pienso, pero por lo visto no acierto.

Hoy hablábamos de la enfermedad, de si es una miseria humana o un aspecto a mantener en la intimidad. No creo que estar enfermo sea una miseria o una tara, es algo consustancial al ser humano, un pequeño recordatorio de que estar vivo es a veces sufrir un poquito. Bien es cierto que hay enfermedades más veniales y otras más capitales. Hay quien se avergüenza, quien piensa que su sufrimiento breve o crónico es un estigma, provocando en nosotros la lástima o el rechazo. Por eso algunas enfermedades se mantienen en la intimidad de nuestro cuerpo, de nuestras paredes blandas, acunándola o soportándola lo mejor que se pueda.

Por eso hay quien decide mantener en secreto su taras o sus cuitas. Por muchos motivos. Quizá de forma acertada o no, pero las decisiones ajenas no debieran ser malinterpretadas. A veces las rocas tienen que seguir siendo rocas, por aquello de mantener las apariencias. A fin de cuentas, nuestro sólido planeta es lava ardiente y rotante en su interior.

Y es que, cuando hay cosas que cambian alrededor, se agradece que haya algo que siga siendo más o menos lo mismo. Con ayuda o sin ella. Al precio que cueste. Por aquellos a quien se quiere y que lo están pasando peor.

viernes, 10 de enero de 2014

Diálogos

- ¿Usted es del gobierno o de la oposición?

-¿Yo? De la indiferencia.

miércoles, 8 de enero de 2014

De repente, un perro

Esta tarde me he sacudido el muermo y he salido a andar. He descubierto que tengo mi momento en el que me enfrío con la guitarra y dejo de tocar de forma más o menos productiva. Y he aprovechado para salir. Así, de repente. Como el anuncio.

Antes de comenzar la ruta propiamente dicha, me he acercado a la tienda oriental, vacía de clientes en general y de clientes frikis de los tornillos en particular. En vez de mirar lo que buscaba, una mesita para al lado de los sofases, me he decidido a preguntar directamente al amable vendedor. Le he pedido una plegable, "que se abra y se cierre", le he dicho para confirmar sus sospechas sobre dicho adjetivo. Tras ímprobos esfuerzos por su parte enseñándome el más variopinto género no hemos alcanzado un acuerdo, por lo que se ha perdido una casi segura transacción. Espero que del cilicio no pase.

El paseo ha transcurrido con normalidad. Incluso me encontré con dios y me saludó. Pero, al comenzar a bajar el punto más alto, de la nada salió un perro negro que ha comenzado a seguirme. Primero por detrás, a una prudente distancia. Pero luego el hombre ha ido cogiendo confianza y se ha puesto un par de veces por delante. Luego ha debido recapacitar y ha pensado que como no sabía dónde íbamos, pues mejor me dejaba a mi que abriera la marcha.

Y así hemos venido hasta la rampa del portal. Primero, con su pequeña pero definida postura, me ha mirado, como pidiéndome permiso para poder subir más. Al mirarlo ha debido entender que se lo daba y se ha acercado un poco. He girado la llave dentro de la cerradura y abrí la puerta del bloque. Lo miré de nuevo y, con la cabeza levantada, movía la cola con entusiasmo, como si quedara conmigo o quisiera venirse detrás. Sin pensarlo demasiado, porque uno para estas cosas es como es, he cerrado suavemente la puerta y me he asomado al cristal. Apenas miró dentro, tan solo olió un poco el suelo, como intentando adivinar el siguiente rastro que seguirá.

martes, 7 de enero de 2014

Mi primer triángulo


Las rebajas

Salimos más o menos indemnes de la Navidad y, tal y como está el patio, yo creo que es un logro, aunque al final hayan sido las uvas canarias, sin estar allí, las que comiéramos. Me he dedicado a hacer cosas distintas y alguna nueva, que todavía queda por perfilar.

Tiempo de no mucho frío, de apenas pisar una tienda. Tiempo de recordar lo pasado y preocuparse por el futuro. Lo que sea antes que pensar en el ahora, que eso es mucho jaleo.

Bienvenidas y deseos de año nuevo. Y también propósitos. El propósito de ser más egoísta, de estrenar mantel en vez de usar hule, de salir a andar por las tardes y de ir a los chinos a comprar una mesita cutre para al lado del sofá. Y tuperwares para la sopa. Muchos tuperwares.

Apago la tele. Siento que tengo esta bitácora abandonada. También es cierto que estoy de duelo. Por lo conocido, por lo divertido y por otras cosas que me callo. Asumiré el momento, pues una vez fui feliz y nada me impide volverlo a ser. Tan sólo hay que esperar al momento adecuado.

O no esperar y darse cuenta de que estoy el él.

viernes, 3 de enero de 2014

Vísperas

Hoy he visto, por primera vez, la iluminación navideña. Una amiga ha venido a la ciudad y me ha sacado del retiro en el que, más o menos voluntariamente, me he recluido.

Aún recuerdo cuando las luces eran bombillas. Digo eso de que aún recuerdo y en realidad no hace tanto. Es lo mismo que el frío y el calor, nunca nos acordamos de la temperatura del año anterior, cada estación nos borra ese recuerdo.

Ahora, con los leds, la Navidad es más eficiente, pero quizá algo más fría. Y más chillona. Los árboles azules que colocaron en el centro chirrían en las córneas sensibles como la mía, más aún cuando no se está acostumbrado. Las luces en Puerta Real, haciendo como una plaza redonda en el cielo, dan sensación acogedora. No se a quién se le ocurriría, pero está bastante bien pensado.

La gente copa la plaza. En los puestecillos de artesanía, desplazados por la codicia hostelera, la gente mira e incluso algunos se animan y compran. Cuando pasé, hará unos días, incluso yo mismo. Una lámpara de arena, de color rojo. Y que gustó a la regalada.

Me siento agobiado entre ese río de gente. Gente que hace cola para ver los belenes. Gente que compra castañas, inducidos por el calendario. Gente con bolsas, que pasea en grupos, en parejas. No se ve a nadie solo. Es como una tregua especial, que nos acoge antes del mes de enero, en el que las apariencias estarán de rebajas y la gente, posiblemente, metida en casa guareciéndose del temido frío en sus cuerpos y en sus carteras.

Correos

Dios bendiga a la gente que coge número y se va.